Se acercaban los festejos de la patrona del pequeño pueblo de Pampa Hermosa (actual Nuevo Horizonte). En aquellos tiempos se acostumbraba salir de cacería 15 días antes de las fiestas patronales con la finalidad de abastecer de carne para el banquete y los festejos de celebración de la fiesta patronal donde se estilaba dar de comer y beber gratis a todo el pueblo.
Llamaron a reunión del pueblo para organizar la cacería. Un grupo de 10 personas fueron seleccionadas. El grupo de cazadores se interno en la espesura de la selva siguiendo el cause ascendente del Challhuayacu. La otra orilla, todavía inexplorada, era selva virgen. Atraídos por la actividad de la caza decidieron cruzar el río de aguas frías y cristalinas. Después de caminar, por más de una hora, avistaron bajo una enorme roca a dos enormes Tigres Negros que jugaban dándose fingidos zarpazos y mordiscos, aparentaban dos mansos gatos domésticos.
Interrumpiendo la observación de la escena, una voz de exclamación retumbo en el bosque - ¡SANTO DIOS, SON TIGRES NEGROS!
Otra voz de susto la siguió -¡HUYAMOS DE ACÁ, QUE DIOS NOS SALVE, ESTAMOS FRENTE AL MISMO DEMONIO!
Los cazadores, al observar a los tigres tan mansos y juguetones, no prestaron crédito a las voces de advertencia.
-Pero… ¿Por qué hay que temer si son mansos? y hasta nos hacen jugar- Diciendo - Algunos de ellos acariciaron la cabeza de los tigres y estos movían la cola y se echaban por tierra en señal de sometimiento.
- No amigos - continuo la voz - debemos irnos lo más antes posible.
-¿Pero por qué? preguntaron todos.
La voz, con acento tembloroso, les volvió a advertir - Amigos estos dos enormes tigres negros en el día son inofensivos y mansos, puedes tocarle, acercarte y jugar con ellos, pero al caer la noche se convierten en feroces depredadores. Seguirán sus huellas hasta encontrarlos por más bien escondidos que estén y los descuartizaran y devoraran, especialmente vuestro cerebro que es su presa favorita. A estos animales ni las balas de la escopeta podrán matarlos.
- Así que ¡huyamos antes que se acerque la noche!, ¡por todo los cielos les ruego!, ¡se los suplico!, continuo la voz, convenciendo a medias a los cazadores. Ante los ruegos del hombre decidieron regresar y volvieron a cruzar el río cuando las primeras sombras invadían el río y el bosque. Escogieron para dormir la protección de una de las aletas de un Yanchama. El hombre que sabía de la peligrosidad de los tigres negros preparo una chapana en una capirona tierna, larga y delgada y se subió.
Al poco rato de haber subido al árbol, observo a sus compañeros dormir plácidamente. Los llamo a grandes voces a cada uno por su nombre y ninguno respondía. Pareciera que los tigres emitían un aroma que adormecía y provocaba el sueño. Fue, en aquellos momentos, que los tigres empezaron con su ataque depredador. Presencio atónito y horrorizado, como los tigres iban descuartizando uno a uno a sus compañeros. De un certero zarpazo abrían los cráneos y se daban un lento festín con los sesos sangrantes de las víctimas.
El único cazador que se salvo, gracias a la chapana, vivió la peor pesadilla de su vida al ser testigo de tanta atrocidad. Los tigres intentaron vanamente trepar la capirona, cejando su intento solo al amanecer. El sobreviviente pudo bajar de la capirona cuando a los primeros rayos del sol los tigres negros se amansaron y durmieron, sacios de carne humana. Observó los restos de sus compañeros esparcidos alrededor de la Yanchama. Temblando contuvo a duras penas el miedo y aprovechando que los tigres dormían plácidamente, huyó desesperadamente hasta el pueblo de Pampa Hermosa. Al llegar relato lo sucedido entre lágrimas y lamentos.
Al concluir el relato - dijo - Debemos escondernos esta noche, los tigres negros siguiendo mis huellas vendrán a buscarme y todos nosotros estamos en peligro.
- ¡DEBEMOS ESCONDERNOS, SE LOS SUPLICO!- les dijo con voz temblorosa y llorosa.
En efecto, junto con la noche, los Tigres Negros llegaron a Pampa Hermosa. Muchas fueron las víctimas que entre gritos desesperados iban desapareciendo del pueblo. La gente para salvarse acordó pernoctar en la iglesia y así aconteció…
Sin embargo mucha gente de los alrededores que no podían llegar a tiempo a refugiarse, amanecían descuartizados y esparcidos por el camino. La llegada de los tigres alteró las costumbres de los pobladores y ocasiono grandes problemas: No podían pescar, trabajar, ni criar sus animales con tranquilidad. Arriesgaban sus vidas y la de sus hijos. Muchos huyeron de allí.
Solo se quedó una anciana, que ya no podía caminar tramos largos. Por las noches se refugiaba en la iglesia. Los tigres negros, muy hambrientos rondaban muchas veces la iglesia pero no pudieron penetrar la iglesia ni provocarla daño alguno. La anciana vigilaba con cautela el movimiento de los felinos y se dio cuenta que al amanecer los Tigres Negros bebían en una collpa debajo de un árbol. Entonces se le ocurrió una idea genial: ENVENENAR EL AGUA DE LA COLLPA.
Recolecto las raíces del Barbasco, las machaco y diluyo el zumo en el agua de la collpa. Al atardecer fue a refugiarse en la iglesia como de costumbre. A la mañana siguiente los Enormes Tigres Negros se acercaron a la collpa, bebieron y jugaron inocentes e inofensivos y aparentemente durmieron al calor de los primeros rayos del sol.
La anciana pensando lo peor, que ni siquiera el potente veneno del barbasco podría con ellos.Se preparaba a buscar refugio en la iglesia cuando observó que los tigres seguían inmóviles. Probó a despertarlos lanzando un terrón desde lejos. Los Tigres Negros seguían inmóviles y no volvieron a levantarse jamas.
Es así como la astuta anciana dio muerte a los feroces Tigres Negros. La anciana vivió unos años más, lo suficiente para narrar a cada lugareño o viajero que pasaba por allí esta historia que se mantiene hasta el día de hoy en la tradición oral.
Autor: Elger Flores Marchena www.tocachecity.com
Nota del Autor:
Esta historia es real.
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