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jueves, 9 de abril de 2009

La Serenata del Húmero

Como han cambiado los tiempos. En los tiempos de mis abuelos, según cuentan. Para amenizar una fiesta debían contratar una orquesta conformada por los jóvenes del lugar. La música con temas de un romanticismo puro servían de inspiración a los enamorados que se daban el sí a la luz de la luna.

En esta época un grupo de jóvenes virtuosos formó una bella orquesta con dos guitarristas: Manuel y Juan, dos bandolinistas: Gregorio y Dionisio, dos violinistas: Augusto y Alfredo, y un talentoso flautista: Alejandro. Este conjunto iba con su música a todas partes. Eran muy solicitados, especialmente para las serenatas.

Era usual escuchar a la media noche el sonido de la orquesta dando las consabidas serenatas. Las homenajeadas se asomaban a su balcón y agasajaban al pretendiente con un ramo de frescas flores rojas o con el consabido lance del pañuelo para felicidad de los enamorados. Algunas señoritas convencían a sus padres para abrir las puertas. Se armaba una jarana de rompe y raja que culminaba con la concesión de la mano de la hija y con el compromiso formal del futuro matrimonio. Ya era muy habitual que esto sucediera así.

Hasta que Alejandro fabricó una nueva flauta, de un hueso que encontró por el campo. Desde el inicio lo cautivó el sonido dulce y armonioso por lo que se convirtió en la preferida del tercio de afinadas flautas que llevaba consigo. El cuadro de las serenatas se repetía casi idéntico, excepto que las homenajeadas ya no correspondían a los pretendientes sino que todas se enamoraban infaliblemente de Alejandro. El, si bien es cierto era un joven de bellos atributos, no era como para que las chicas perdieran la cabeza.

Poco a poco los pretendientes dejaron de contratar al grupo para evitar la competencia de Alejandro que había ya arrebatado sin querer, el amor, a mas de uno. Entonces el grupo se dedicó a dar serenatas por diversión, sin que nadie lo contratara. Una noche aquí, otra allá, donde sospecharan que vivía una señorita. Las melodías surtían el mismo efecto en las chicas. Todas se enamoraban de Alejandro. Y si no eran correspondidas lloraban, se desesperaban y salían corriendo detrás de la orquesta. Hasta que la población empezó a sospechar que algo no cuadraba. Denunciaron al grupo por molestia sexual. Las autoridades empezaron a perseguir a los integrantes.

Ni Alejandro mismo sabía del encanto de su flauta preferida. Un día de casualidad lo descubrió. Cuando el tañía cualquiera de sus flautas de su colección, no ocurría nada. Pero bastaba que sonara unas notas en la flauta de hueso para que todo cambiara.

Entonces la curiosidad hizo que realizará algunas averiguaciones por el campo donde había encontrado el hueso y encontró un esqueleto corroído por el tiempo al que le faltaba el hueso húmero. Ese hueso, seguramente era del que él había hecho la flauta.

Las autoridades averiguaron la procedencia del esqueleto y llegaron a la conclusión que pertenecía a un antiguo flautista que se había suicidado por un amor no correspondido. Confiscaron la flauta y la enterraron junto al esqueleto en un lugar desconocido. Desde esa vez Alejandro ya no es el favorito de las doncellas.

Autor: Jíbaro

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